miércoles, 3 de abril de 2013
... La rana y el estanque ...
-¿Crees que habrá ranas en el estanque? -Sí, esperándote a ti, a la fresca. -"A la fresca", ¡cómo te gusta esa expresión! -Al sol no puede estar hoy, la ostia que frío... -Jooo, en serio, ¿habrá ranas? -¿Tu las has visto? -¿Y qué? Se esconden cuando pasamos, pero están ahí, al fondo. - Sí, la rana submarinista, especia autóctona jajajaja. -Qué tonto...
... La rana siempre cumple con su día. La rana tiene su rutina. La rana tiene su horario. La rana es una más de muchas ranas. Pero es diferente. No tiene nombre, pero se distingue entre las demás. Porque, día tras día, es testigo de historias que sólo ella podría contar. Es testigo de cuentos. De bonitos cuentos.
Amanece. La rana se despierta. El sol asoma sobre los muros de la vía. La rana se despereza, y se da la vuelta, ¡el sol le molesta en los ojos! Sí, es sus ojos de rana. Porque la rana tiene todo de rana. Es lo suyo. Salta de un lado a otro. Si tiene todo de rana, pues salta. Como las ranas. Y se para. Porque las ranas también se paran. A veces. Se posa en el extremo del estanque. Su estanque. Es suyo, porque ya no tiene compañeras. Se fueron todas a probar suerte a lugares que decían serían mejores. Unas marcharon a probar suerte en estanques más grandes, que los llaman lagos, pero son sólo estanques más grandes, y dentro de la ciudad, como el estanque de la rana. Otras, en cambio, quisieron buscar su oportunidad en un río, donde todo es movimiento, todo es cambio, nada es predecible, la adrenalina siempre está por las nubes. Pero la rana no cree que sea así. Es que la rana piensa mucho. Y entre tanto pensar se ha dado cuenta de que no sabe si las ranas tienen adrenalina de ésa. Y si no la tienen... ¡vaya engaño lo del río! Pero dejemos los pensamientos de la rana, que yo estaba contándote el día a día, su vida, su rutina...
La rana está en el extremo del estanque. Ahí se había quedado. De repente, dos filas de dientes afilados, una encima de otra se acercan a toda velocidad hacia ella, y la rana salta rápidamente haci el interior del estanque. ¡Era un perro! Los perros siempre quieren comerse a la rana. Ella no entiende por qué. Y tampoco entiende por qué a esas horas los perros están allí. Será para que no se vuelva a dormir. Y eso que la rana, si pudiera, no haría otra cosa que dormir. Pero no puede ser, la vida de una rana es así. Con sus obligaciones, su rutina, sus necesidades. Vida de rana. Y ahí sigue, haciéndose unos largos en el estanque. Su estanque de agua plácida, cristalina. Eh, un momento. Cristalina, no. Que tiene más mierda que si se la echaran a propósito. Porque nunca le limpian el estanque. La rana ve como todos los días aparece una mujer, con un abrigo fluorescente, que también le hace daño en los ojos, porque refleja el sol. Parece que todo el mundo está en contra de la rana. En contra de los ojos de la rana. Uf, otra vez me voy de la historia. Veamos, estamos con la mujer del abrigo fluorescente. Siempre limpia todo el parque, pero nunca limpia el estanque de la rana. La rana se siente discriminada. Pero está sola, y no le vale de nada protestar. Malditas promesas de un futuro mejor que le hicieron a las otras ranas. ¡La rana quiere que limpien su estanque!
Cuando más tranquila está la rana nadando de un lado a otro, sobreviene un oleaje brutal que manda a la rana contra uno de los bordes del estanque. ¿Qué ha pasado?, se pregunta asombrada a la par que asustada. Es entonces cuando cae en la cuenta de que un hombre de esos que están todo el día corriendo de aquí para allá, sin destino, sin prisa por llegar a ningún lugar, corriendo porque sí, ha metido su mano en el estanque para refrescarse y ha provocado tal movimiento acuático que la rana ha salido despedida. Y de nuevo, la soledad le impide hacer frente a este contratiempo. si estuvieran las demás ranas podrían atacar estratégicamente al hombre que corre sin razón, pero ella sola, ¿qué podría conseguir la pobre rana en solitario? Y sigue su camino. Sale dle estanque, de nuevo, al borde. Y croa, esperando que alguien la escuche y responda a su llamada. Y la rana piensa, porque no olvidemos que la rana piensa. Y mucho. a base de pensar se da cuenta de que nadie la contesta porque su idioma solo lo hablan las ranas. Los perros no croan. Las palomas tampoco. Ni los gorriones. Y como no hay más ranas, nadie la entiende, nadie la responde. La rana croa sin mensaje. Pero la rana croa, porque forma parte de su rutina.
Cae la noche. La rana ya ha pasado el día. Hace mucho frío. Mejor dormir, piensa. Porque la rana piensa hasta al final. La rana piensa. Sola, pero piensa. Se encienden las luces que iluminan las ruinas. La rana no no acierta a comprender la razón por la cual se iluminan las ruinas. Son sólo eso: ruinas. Y ella, que es vida, con su estanque sucio. La rana se indigna. Pero tiene tanto sueño que se mete en el agua, se va al fondo y se echa a dormir. Y la rana se duerme. Quizás pase alguien junto al estanque buscándola, pero no la podrá ver, porque la rana ha cumplido con su deber, y mañana será un nuevo día. Un día más en la vida de la rana...
-¡Por eso no la vemos nunca! Porque venimos tarde y ya está durmiendo. -Es muy dormilona la rana me parece a mi. -Mucho, no como nosotros. -Yo soy dormilón, pero la vida me ha enseñado a madrugar. -Ya somo dos. -Oye, y la rana... ¿no come? -Sí, come, pero como no sé que puede comer una rana en ese estanque no he dicho nada, ¡tenía que quedarme un cuento realista! -Anda que... -¡Pero a que te ha gustado! -Mucho. Cada día más. ¡Y el cuento también! -Qué tonto...
sábado, 9 de marzo de 2013
... El comienzo ...
-Mira, aquí estaba la garita. ¿Te acuerdas cuando venían los camiones? -Sí, pero era más atrás. Aquellas casas quedaban más lejos. -Pero el paso a nivel estaba después, yo creo que confunde. -La verdadera pena es poder rehacer el mismo camino. -La de veces que lo habremos hecho. -Tú mas que yo. Aunque lo recuerdo como si lo estuviera viendo. -Yo sigo soñanado a menudo con volver a pasar. Ojalá pudiera volver atrás. -Yo recuerdo que siempre lo hacía en el mismo sentido...
...Pegado al muro del paseo de Farnesio, camino extremadamente largo. Los talleres al final, la curva. Casas al borde la ruina, que ya no están entre nosotros. Giro a la derecha, el semáforo que sólo funciona si le das al botón. Cruzo la avenida, el puente del arco de ladrillo a la derecha. Entro en la calle que lleva a las vías. La única que sigue igual. Al final, la tienda de artículos de piscina "los abuelos", que tampoco existe ahora. Curva a la izquierda. Entro en el camino de tierra. No, no es tierra. Es tierrilla esparcida por una acera antigua, muy antigua, no la han arreglado en años. Crecen las malas hierbas, siempre hay malas hierbas, vengas en la época del año que vengas. Muros blancos a ambos lados. Y como siempre, las naves de montaje 1 de la fasa. Con esa forma característica. No los he vuelto a ver, nunca más los podré ver. Curva a la derecha. ¡Eh, espera! Un poquito antes, a la izquierda, está la valla amarilla, por ahí se entraba a la fasa. Cuenta la leyenda que hay un túnel aquí debajo. Yo nunca lo creí, ni lo creeré. Además es algo que ya no podremos ver. Jamás. Y tras la curva, ya se ve el paso a nivel. Y ahí está, a la izquierda, a lo lejos, la estación de Ariza. La explanada de tierra, con los maderos gigantes. Hace calor, mucho. En la explanada nunca hace frío. A partir de aquí sigue todo igual. Y tampoco hace frío. Cruzo las vías por un paso a nivel que arreglaron hace poco. Las vallas verdes entrecruzadas. Justo ahí, donde empiezan las vallas, está la casa de las rejas pequeñas. La casa del huerto. En el huerto a veces hay repollos. Y a veces nada. La casa da miedo, es de cuento. Sigo andando. Pasa una moto. Y rebota contra las vías. Ya veo, a lo lejos, el otro paso a nivel. Estoy caminando por la carretera. Aquí no hay acera. De repente, sale un camino, esta vez asfaltado, muy largo, entre dos muros, que no sé dónde termina. Me crea mucha intriga. "El callejón de la azucarera". Ahora ya sé dónde terminaba. La azucarera. Soltando humo blanco, eternamente. El humo se confunde con las nubes. Paso por delante de la garita, el vigilante me mira, lee una revista. Giro la vista, ahí está el edificio ése que pone I+D. Ahora en todos los lados lo pone. Me acerco al segundo paso a nivel. La valla baja, viene un tren. Sale de la caseta el hombre que cambia las agujas. Es un hombre tétrico. El malo de un cuento. Pasa un talgo. Ya tampoco quedan. Las barreras se levantan y cruzo al otro lado. con cuidado, que mi pie cabe entre los railes. La casa de "la mano tonta", otra que aún está en pie...
-Estabas retratando mi viaje diario. Me has hecho volver a la infancia. -Paseando entre las ruinas volvemos siempre a la infancia. Y te mola. -Lo que más recuerdo son los maderos de la explanada. Nunca supe que hacían allí. -¿Te das cuenta que la casa y el guardagujas eran de cuento? ¿Te das cuenta de que tu y yo escribimos un cuento cada día? Nuestro cuento. - Entre ruinas. Bajo la luna. Mira la luna, es el único testigo de nuestro cuento. -Quiero escribir muchos cuentos. Contigo. Cuentos entre ruinas. -me mola la idea. -Me molas tu.
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